Lo he visto en un resumen de prensa en el
que aparecen dos tuits suyos en los que afirma que Fulano y Zutano,
dos antiguos corresponsales de guerra como él, fueron amigos suyos,
pero ya no lo son.
Se comporta como un diosecillo que hace y
deshace a su antojo y determina que es lo que está bien y qué lo
que está mal.
Si se compara la lista de los académicos
de la RAE con la de los que podrían ser académicos de la RAE, y se
fija en los sistemas de elección comprende rápidamente que entre
los intelectuales también se dan la obsecuencia, la ambición cruda
y la actitud interesada. Algunos llegan a la Academia, a saber por
qué intrincados vericuetos y callejones, y enseguida se creen
superiores al resto y pontifican y lanzan soflamas, y pan a los
patos, dicho sin ánimo de señalar.
De Pérez-Reverte me interesan algunas de
las cosas que cuenta, porque se ha movido mucho por el mundo y tiene
anécdotas y lugares sobre los que hablar. Pero su pensamiento me
interesa bastante menos, porque creo que no lo hay, no existe. Y
diría yo que él mismo es consciente de esto, o sea, que sabe que su
obra es para hoy y que no tiene posibilidad de perdurar en el tiempo.
Por eso mismo, dado lo efímero que presiente su éxito, intenta
exprimirlo, apurar hasta la última gota. Persigue el aplauso y desea
ser adulado, y sabe que el mejor modo de conseguir ambas cosas es
comportarse de forma despótica y arbitraria, pero simulando ser
justo y coherente.
Tiene salvación, el hombre, no digo que
no. Si desea redimirse, le aconsejo un libro pequeño por tamaño,
pero denso de contenido. Se titula ‘La
amistad debida’, y tras su lectura, si lee con atención, será
otra persona. Tendrá más conocimientos sobre la amistad y quizá
llegue a escribir una obra que pase a la posteridad.
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