Creo que ya lo he contado antes. Soledad Puértolas, en un artículo suyo que publicó El Semanal, contó una anécdota de un hospital o residencia de Estados Unidos en donde estaban ingresadas unas personas que no entendían el lenguaje oral, pero sí captaban el estado de ánimo de la gente. Sentados en grupo ante un televisor seguían el discurso de un candidato a la presidencia. Pese a que éste componía un semblante muy serio, todos ellos reían a carcajada limpia. Evidentemente, ese candidato estaba tomando el pelo a los oyentes y en su interior se reía de ellos.
A este grupo de televidentes le pasaría lo mismo siempre que observara a nuestro presidente del gobierno, que le ha quitado el título de Felón a Fernando VII. Pero no solo a ellos. También a todas las personas interesadas en el bienestar de los españoles. Es imposible tomar en serio a ese zascandil. Resulta difícil de entender que los socialistas no lo hayan metido en un cohete y lo hayan mandado a la luna o más lejos, porque es capaz de volver.
Ha dicho, y más de una vez, que ‘lamenta profundamente’ la muerte del maldito etarra. Y resulta que el etarra se suicidó en la cárcel. Quizá, aunque resulta difícil de creer, porque tenía cargos de conciencia. Pero ese lamento profundo no se lo puede creer nadie, la que menos, Begoña, a la que le conviene hacer que sí. Al felón ese, el etarra maldito le importa lo mismo que los fallecidos a causa del virus chino, que ni siquiera se ha molestado en contar.
El sentimiento que tiene muy desarrollado es el del odio, por tanto, a Carlos García Adanero https://twitter.com/GarciaAdanero/status/1303719652942589960 se la debe de tener jurada. Pero no solo a él.
El caso es que si dijo que lo sentía es porque quiere asegurarse el apoyo del etarra Otegui y sus compinches.
¡Qué vergüenza para los españoles!
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