lunes, 28 de septiembre de 2020

Generosidad y cristianismo

 

Es un hecho que el cristianismo fue crucial en la formación de Europa. Es discutible que para poder seguir su andadura Europa deba seguir una vía religiosa. Pero este no es el punto que interesa ahora, sino este otro: El origen del cristianismo es un acto de suprema generosidad: El hijo de Dios entregó su vida en la cruz en beneficio del género humano.

La generosidad, en cambio, está en franco declive en nuestros tiempos. Pondré un ejemplo banal: En un acto celebrado hace algunos años, un periodista al que no conozco y he leído muy poco habló de una entrevista con deportista de fama mundial. La había conseguido gracias a que tenía un contacto en el aeropuerto de Valencia que lo avisaba cada vez que venía un personaje. En lugar de mostrarse agradecido con este contacto que le resultaba tan útil, lo menospreció atribuyéndole motivaciones ridículas.

A mí mismo me han ocurrido cosas similares. La donación de sangre es un acto generoso por definición. Se da a cambio de nada. No digo que el donante sea generoso, sino que la donación es un acto generoso. Al no ser esporádicas mis visitas al banco de sangre, sino con periodicidad mensual (no se me extraían hematíes), pude darme cuenta de algunos componentes del equipo extractor me atribuían motivaciones rudimentarias, por llamarlas de alguna manera. O sea, están ante un hecho grandioso, que fomenta la generosidad entre la población, y no lo captan: Tengo la sospecha de que el porcentaje de donantes, tanto en hombres como en mujeres, del personal que practica las donaciones de sangre es inferior al de la media de la población.

En nuestros días se considera el aborto como un derecho. No como un acto doloroso al que se recurre para evitar un mal mayor. Con esto se fomenta el egoísmo, que atenta contra la supervivencia de la especie.

Otra cuestión sobre el particular, que merece ser mencionada, es que cuando alguien intenta ser agradece los aplausos, si se dan, aunque no los necesita, porque intentar ser es un premio en sí mismo, pero el que intenta parecer no puede prescindir del público que le haga pensar que ha conseguido lo que desea. Abunda tanto este personal que muchos dicen que la vida es un teatro. Lógicamente, quien quiere parecer en lugar de ser no puede permitirse el lujo de la generosidad.

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