El sátrapa que preside el gobierno de España comenzó por suprimir toda posibilidad de disidencia dentro de su partido, el PSOE. Hay que puntualizar que los socialistas consienten esto. Al fin y al cabo es una vuelta de tuerca más a aquello de que «quien se mueva no sale en la foto». Nada raro pues en este partido que tiene como portavoz a quien tiene, lo cual es otro detalle que sirve para explicar las cosas.
El caso es que el Rey no pertenece al PSOE y, por tanto, no está sujeto a obediencia por ese tipo tan lamentable. El Rey vela por el bienestar de los españoles, que son los que le pagan el sueldo, al igual que al sátrapa, y lo hace con honradez, al contrario que el sátrapa.
A Sánchez le sorprende que el Rey no le obedezca, como hacen todos los demás de su partido. Los que le sostienen, y lo hacen de forma infame, tampoco le obedecen, sino que le imponen condiciones.
Sánchez es narcisista. ¿Con quién se comparará para verse tan grande y tan superior al resto? Con lo que tiene cerca sin duda, con quienes se sientan con él en el consejo de ministros, que más bien parece un consejo de pigmeos.
Pero Sánchez en grande en tamaño físico. Moralmente no existe. No es nadie.
Suerte tenemos los españoles con este Rey. Habría sido curioso que coincidieran Fernando VII y Sánchez. Habrían competido para ver cuál de los dos era más vil, más traidor, más sinvergüenza. En estos campos habría ganado Pedro Sánchez, sin duda. A felón no hay quien le gane. Pero el poder lo habría conservado Fernando VII, por tener una inteligencia muy superior a la de su oponente.
Con Felipe VI ocurre lo mismo, es mucho más inteligente que el melón que preside el gobierno.
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