domingo, 6 de junio de 2021

Gracias a los datos que da Jesús Cacho

 

La belicosidad de la AEAT con el contribuyente es palpable para cualquiera que haya tenido que entenderse con este organismo. Con la incluye Jesús Cacho en su artículo de hoy queda claro que está diseñado en contra del ciudadano, con especial perversidad en algunos puntos.

En un régimen dictatorial quien manda decide lo que hay que pagar y en qué se gasta luego lo recaudado. En una democracia es distinto, los ciudadanos pagan para contribuir al mantenimiento y mejora de la nación. Por tanto, la AEAT debería ser un organismo amable que ayudara a los contribuyentes a cumplir con su obligación. ¿Por qué no es así? Vamos a ver, los habitantes del norte de Europa presumen de saber cómo se va a gastar hasta el último céntimo de lo que paguen dentro de cinco años. Los españoles también. No lo tienen por escrito, como aquellos, pero lo saben: en caprichos de todo tipo. En corromper a los medios y a los sindicatos mediante subvenciones, en líneas de AVE caprichosas, en utilizar el Falcon hasta para ir al bar, en regalar dinero a multitud de ONG por motivos de conveniencia electoral y sin beneficio para los contribuyentes, etcétera. O sea, derroche, derroche y derroche. Llega una y dice: el dinero público no es de nadie. O sea, que tiene derecho a tirarlo al río si quiere (y en realidad es lo que hace). Pero el dinero público, antes de que fuera público, es decir, cuando estaba en manos de quien lo tuvo que pagar, había costado de ganar, en muchos casos , sangre, sudor y lágrimas. Quienes lo gastan, en la mayor parte de los casos, no se dan cuenta de eso. A ellos les llega fácilmente a sus bolsillos.

En cuanto tengamos políticos que sepan lo que cuesta ganar el dinero y, consecuentemente, tengan cuidado al gastarlo, el personal tendrá menos reparos en pagar.


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