sábado, 19 de junio de 2021

La facultad del perdón

 

Sin ella, el ser humano no sería tal, sino un animal más. Eso no significa que todos la posean, sino que hay esforzarse para conseguirla. Hay que intentar ser buena persona (todos los que creen que lo son, no lo son). Lo propio de la gente ruin es la venganza, lo cual se nota en aquellos que por cualquier motivo, generalmente relacionado con el síndrome de Procusto o cualquier otra cuestión del mismo nivel moral, como el clasismo, el sectarismo, el tribalismo o el cálculo, le hacen la cruz a alguien y ya es para siempre.

Lo del Felón es otra cosa. Él, actuando en nombre los españoles, hace honor a su condición y los traiciona. El pueblo español, salvo excepciones, como el propio Felón, los sediciosos catalanes y otras gentes infames, es generoso y capaz de perdonar. Pero en este caso no se dan las circunstancias para que se pueda perdonar. Los delincuentes no se han arrepentido, ni prometido que no lo volverán, condición indispensable para que el perdón pueda ser efectivo, sino que, por el contrario, dicen y repiten que lo volverán a hacer.

Por su parte, el pueblo español está deseando perdonarles, pero observa con estupor que nos dimos entre todos, en una acción pura y netamente democrática, son vulneradas una y otra vez y siempre por los mismos sinvergüenzas.

Unos quieren perdonar y no pueden y otros quieren delinquir y se les permite. Hubo un bobo que avisó a Rajoy, entonces presidente del gobierno: no subestime la fuerza del pueblo catalán, le dijo. Pero no se refería al pueblo, sino a parte de él, los catalufos. Lo que hizo ese bobo fue menospreciar la fuerza del pueblo español. Ahora hay un felón que se dispone a hacer lo mismo. El pueblo español quiere perdonar, pero no puede. Los delincuentes quieren seguir delinquiendo. En medio, un Felón y un mini Rasputín.


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