miércoles, 27 de agosto de 2014

Prospecciones petrolíferas en Denia

Hemos llegado a un punto tal de estupidez en que cuestiones que deberían ser decididas por los especialistas, dada su complejidad técnica, se han convertido en materia electoral. Esto es suicida.
Todos quieren disfrutar de las comodidades de la vida moderna, pero todos quieren también lejos del lugar en que viven las instalaciones que la hacen posible. Como el gobierno francés no tiene problemas en ese sentido, o dispone de mecanismos que le permiten obviarlos, Francia saca buenos réditos, de las dificultades españolas, bien sea a través de la electricidad que nos suministra, o del alquiler del cementerio atómico.
La alcaldesa de Denia se opone a que se hagan propecciones petrolíferas en Denia, cuando su actitud en el caso debería limitarse a exigir al gobierno que se hicieran de acuerdo con las normas legales y que se sometieran a vigilancia extrema todas las actuaciones en la zona de la empresa encargada de llevarlas a cabo.
No consta que la alcaldesa de Denia haya renunciado a ninguna de las comodidades que proporciona el petróleo.
Otro político, cuyas propuestas siempre van en la dirección citada al principio, quiere que se haga un referéndum. Pero cuando va a comer a un restaurante prefiere que el mero se lo cocine un especialista, a Quique Dacosta, por ejemplo, ya que estás en Denia. Cuando alguien adquiere una enfermedad grave no pide un referéndum para ver cómo tratársela, sino que busca al mejor especialista.
Hay políticos que no buscan el bien general, sino el suyo particular. No les importa perjudicar a la mayoría, sin con ello consiguen votos. Se conoce que el votante medio no se ha dado cuenta del peligro que supone esto, de modo que proliferan los populistas, y los que en un principio no eran de esa cuerda al ver amenazados sus cargos o escaños pasan a serlo también.



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