En
El País de hoy va un artículo de Ana Botín, la presidenta del
Santander. Quizá haya sido una gran suerte para este banco que ella
haya accedido al cargo que ostenta actualmente.
Hay
dos
frases,
una continuación de la otra,
que conviene resaltar:
«La
revolución digital da al cliente más posibilidad de elección e
información que nunca. Este cambio exponencial es creativo y
disruptivo a la vez: desplaza modelos de negocio legendarios y crea
otros en cuestión de meses, incluso semanas.»
Han
cambiado mucho las cosas. En
los tiempos anteriores, dentro de la misma oficina bancaria, la
diferencia entre unos clientes y otros podía ser muy grande. Hubo
un tiempo en el que los directores de sucursal bancaria tenían que
ser muy despabilados, en
el sentido de que debían captar hasta donde podían exprimir a sus
clientes. Esa
era la 'cualidad' principal que
servía para que a uno le dieran ese cargo. Por
supuesto que a los más ricos había que agasajarles y regalárselo
todo, mientras que a los pequeños empresarios en apuros, o no muy
diestros en la negociación, se les podía cobrar
hasta el aire que respiraban cuando entraban en la sucursal.
En
los tiempos que corren las cosas han cambiado mucho. Ya no es
necesario ser un experto negociador, ni tener dotes innatas de
psicólogo para
darse cuenta de que pretenden cobrarle a uno de más. Basta
con entrar en Internet para averiguar lo que cobra o paga cada
entidad en
el contrato que se pretende hacer.
Ya
no se trata, en la banca, de ser más 'listo' que el prójimo, sino
que ahora son más necesarias la inteligencia y la preparación. Esta
es la gran asignatura que debía aprobar la banca. Los 'listos' a
veces se pasan de rosca y se les llenan los balances de ladrillo.
Otra
noticia interesante, a la vista de la inoperancia del Banco de España
en los últimos tiempos, es
el protagonismo que ha cobrado el BCE.
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