martes, 26 de noviembre de 2019

Rodrigo Lanza, condenado a cinco años de cárcel

La costumbre de imitar todo lo que viene de fuera, sin llevar a cabo previamente un detenido estudio sobre su conveniencia, no puede traer buenas consecuencias.
En este caso se trata de los juicios con jurado popular, puestos de moda por el cine. Para introducirlos en España se utilizó un argumento falaz: se trataba de involucrar a la sociedad en la administración de la justicia. Es falaz porque la sociedad está perfectamente involucrada a través de los profesionales de justicia.
Por algo es que el inocente prefiere ser juzgado por un juez profesional, acostumbrado a ver casos, a dejar de lado sus emociones y creencias y atender nada más que a los hechos, mientras que un jurado puede ser impresionable, no tiene pericia para valorar las pruebas, ni costumbre de evadirse de sus ideas previas. En resumidas cuentas, el error es mucho más probable en un jurado popular que en un juez profesional, aunque, lógicamente, nadie está libre de equivocarse.
A la vista de la condena que le ha caído a Rodrigo Lanza, es lícito moralmente el pensamiento de que le ha favorecido el ser juzgado por un jurado popular. Supongo que un juez profesional habría sido, porque su conciencia no le habría permitido otra cosa, mucho más severo.
Rodrígo Lanza se presentó ante el jurado popular con un corte de pelo totalmente diferente al que solía usar, con un aspecto general muy distinto del que tenía cuando perpetró su delito. Tampoco era el primero, y siempre sus agresiones tienen consecuencias graves para sus víctimas.
La violencia es profundamente antidemocrática y debe ser erradicada, puesto que está siendo utilizada profusamente, en sus modalidades física y moral, por partidos políticos antisistema, como son los nacionalistas y los populistas.
Como se comprueba una y otra vez, los juicios con jurado popular no sirven para erradicar la violencia. 

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