viernes, 1 de noviembre de 2019

Y el Astronauta en la luna

O más lejos. Lo de estar en Babia siempre que ocurre algo importante, tan propio de reyes o pastores leoneses, no va con nuestro ministro Astronauta, ese florero tan vistoso que se procuró Sánchez, caudaloso en trampas.
Nuestro florero Astronauta tiene más posibilidades. Puede soñar con el espacio, con las estrellas o quizá con alguna extraterrestre de largos cabellos y dedos de terciopelo. Pobre Astronauta nuestro. Él, que es de tan altos vuelos, está sometido a los designios de un tipo rastrero, mentiroso y gilipollas. Pero es lo que hay, si quiere ser ministro ha de obedecer.
Y mientras está en las nubes, o en donde le haya ordenado Sánchez, ese elemento que es más peligroso que Drácula en sus horas de actividad, en las universidades públicas catalanas sucede algo que es totalmente opuesto a lo que debería ser el espíritu universitario, mientras los rectores muestran al mundo la insignificancia de sus convicciones y el desdén que sienten por los alumnos a los que dejan despeñarse por la irrelevancia de sus pensamientos y de la ineficiencia en el arte de discurrir.
La universidad, que pagan todos los ciudadanos y es en donde se cuece el futuro del país, debería enseñar a los estudiantes a navegar sin ayuda por los peligrosos mares del pensamiento y a dudar de todo y a investigar continuamente. Nada de eso sucede. A los niños y adolescentes españoles se les cuentan mentiras y lo hacen los mismos que deberían enseñarlos a buscar la verdad, se les dicta el pensamiento políticamente correcto y se les muestran las consecuencias de no asumirlo a rajatabla. Eso es en toda España, o sea que si ellos se dejan, nuestro futuro es crítico. Pero en los lugares en los que reina el nacionalismo, los alumnos son carne de psiquiatra. El adoctrinamiento que reciben no augura nada bueno.
Y a todo esto, ¿qué dice el Astronauta? Pues a lo mejor, no está en las nubes, sino tocando el arpa. 

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