Antes de pasar a la burrada de José
María García conviene atender primero al contexto. Se trata de una
persona cuya herramienta de trabajo es la palabra, a lo que cabe
añadir que se le puede considerar como la estrella de ‘El dardo en
la palabra’, de Fernando Lázaro Carreter, por la cantidad de veces
que aparece.
Es decir, un señor que se sirve de la
palabra es citado continuamente en un libro dedicado a criticar el
mal uso de la palabra.
Su engreimiento es palpable y tampoco lo
oculta, Seguramente es fruto del gran éxito que tuvo con su programa
de radio, éxito que bien pudo deberse a las escandaleras que montaba
y a su estilo ‘siete machos’. Su voz atiplada y chillona le
permitía eso. Las masas tienen tendencia a seguir a los que parece
que sean algo. No le pasa solo a él.
Ahora bien, ser engreído y tener éxito
no son sinónimos de tener talento, como he dejado claro al principio
y lo prueba su última parida: «El fútbol femenino es una mentira».
Hay que ser burro para decir eso.
El que es una mentira es el fútbol
masculino, que mueve muchos millones, que nos cuesta caro incluso a
los que no queremos saber nada con él, al que se le permiten
infracciones urbanísticas y recibe tratos de favor y produce tipos
tan lamentables como Guardiola y otros.
Si a las mujeres les gusta jugar al
fútbol, ¿por qué no han de poder? De momento, ese fútbol es más
limpio que el masculino, porque no ha hecho tanto daño.
El fútbol es un deporte asociativo, que
requiere disciplina táctica, estratégica, picardía, destreza y
otras cualidades que no faltan en el sexo femenino. Si además
disfrutan jugando, las sandeces sobran.
De momento, al fútbol femenino todavía
se le puede considerar deporte, el masculino, con los millones que
mueve, ya no lo es.
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