Y todo porque en Zafra Pedro Sánchez
dijo que el presidente chino, en su visita a Madrid, había comido
jamón serrano extremeño.
A
saber lo que comió Xi
Jinping. Conociendo la naturaleza de las relaciones de Sánchez con
la verdad, o sea, distantes y desconfiadas, hay que pensar que, como
siempre, dijo lo primero que se le pasó por la cabeza, con la
‘encomiable’ intención de quedar bien con los asistentes al
acto. Además, ¿cómo iba a saber él lo que comió el presidente de
China si se pasa el tiempo mirándose al espejo o absorto en su
propia ‘grandeza’?
Anasagasti
se pasa la vida peinándose, y se entiende, porque con esa pelambrera
no puede hacer otra cosa, pero es difícil imaginarse a Sánchez
peinándose. A ese lo han de peinar, afeitar, acicalar, y todo el
tiempo poniéndole espejos por aquí y por allá, para que vea cómo
queda.
Asaja
le quiere mandar jamón, para que aprenda a distinguirlo, pero no
debería hacerlo, porque no es probable que lo pruebe siquiera. Y si
le diera por hacerlo, no entendería los motivos por los que se le ha
enviado. Pensaría, con toda probabilidad, que lo habían hecho
debido a la admiración que sienten por él. Pero quienes piensen
que ese jamón se lo regalará a la servidumbre, seguramente,
aciertan.
Lo
que no puede imaginarse él es que alguien le llame la atención por
alguna cosa. Quienes lo hacen son fachas y él es la izquierda. Él
es la izquierda. Y sus admiradores también son la izquierda. Entre
ellos está su esposa, claro. No es un calzonazos, como insinúan las
malas lenguas. Es que quiere rendirla, a su mujer; ponerla a sus
pies, con esa magnificencia suya, que buenos dineros les cuesta a los
contribuyentes españoles. Begoña, está contenta, muy contenta. Y
pasa por alto todos los desaires que le hace su amor.
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