Son diferencias obvias entre ambos, pero
no luego hay que matizar. Rajoy se acobarda con poco y estaba
dispuesto a tragar muchas cosas con tal de conservar el cargo, pero
tenía unos límites.
Sánchez, en cambio, no tiene ninguno. Ha
pactado con secesionistas, terroristas y populistas, sin despeinarse
y sin demostrar ningún tipo de apuro moral o ético.
En el caso del desafío de los
secesionistas catalanes, Rajoy sabía lo que debía hacer, pero tenía
miedo. Sánchez no tiene miedo. Ya se ha enterado de una gran parte
de los votantes socialistas no soportaría según qué cosas, así
que, en consonancia con eso, si los secesionistas le obligan a sacar
la espada, la sacará y, además, se adornará con chulería. Si ha
de aplicar el 155, lo hará en todos sus detalles y no se quedará a
medias tintas, como fue el caso de Rajoy. Torra y compañía deberían
andarse con cuidado con él, porque es rencoroso y tiene muy malas
pulgas. Las encuestas actuales reflejan una situación confusa, pero
puede tener la tentación de dar un golpe de efecto con la cuestión
catalanista, por si con ello consigue encandilar a una gran masa de
electores.
Con respecto a los temores de Rajoy, cabe
añadir que así como Sánchez sabe que puede contar con el apoyo del
PP para conseguir que se respete el orden constitucional, no ocurría
lo mismo a la inversa. Rajoy no podía confiar de ningún modo en
Sánchez, como lo prueba el hecho de éste quiso aprovechar el 1-O
para erigirse como presidente a costa de lo que fuera. El discurso
del Rey del 3-O devolvió al PSOE a la senda constitucional y Sánchez
optó por esperar otra oportunidad. Incomprensiblemente, Rajoy
intenta ahora ganarse la amistad de Felipe González. Este detalle da
fe de su carácter timorato.
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