miércoles, 2 de octubre de 2019

El ejemplo del Tribunal de las Aguas

En el año 960, o sea, mucho antes de que existiera Cataluña como tal, está datada la fundación del Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia.
Esto significa que ya por aquellas fechas el pueblo valenciano comprendió la relación existente entre ley y civilización. Sin ley no se puede vivir de forma civilizada, puesto que de otro modo los más fuertes o más poderosos se imponen sobre los más indefensos, a los que someten y sojuzgan. O de los más pillos, que engañan y roban a los más honrados y confiados.
La ley permite que las sociedades avancen, pues las gentes, al saberse protegidas jurídicamente, laboran, investigan, inventan, ahorran, actividades todas estas que no podrían llevar a cabo si no existiera, pues todo les podría ser arrebatado en cualquier momento.
Se puede deducir que todo esto lo entendió o lo intuyó el pueblo valenciano hace más de mil años. Y parece que sea una obviedad y, en efecto, debería serlo, pero no lo es. También debería ser de común dominio que no puede haber democracia sin respeto a la ley.
Y ocurre que hay un número grande de personas que instan a desobedecer la ley, y son precisamente esas las que más magrean la palabra democracia, las que más la usan, puteándola, pisoteándola, maltratándola.
Y es precisamente en el Reino de Valencia en donde ahora se burla a la democracia, puesto que ha sido tomado por los catalanistas, unos tipos infames donde los haya, que se sirven de todos los subterfugios y trampas, y aprovechan las posibilidades que les ofrece la ley, con la complicidad de los desprevenidos o incautos ciudadanos, para traer el mal.
Ya se ve en Cataluña de lo que son capaces los catalanistas, y llevan muchos tratando de traer la peste catalanista al Reino de Valencia. Ahora se sienten capaces de conseguirlo.

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