En el año 960, o sea, mucho antes de que
existiera Cataluña como tal, está datada la fundación del
Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia.
Esto significa que ya por aquellas fechas
el pueblo valenciano comprendió la relación existente entre ley y
civilización. Sin ley no se puede vivir de forma civilizada, puesto
que de otro modo los más fuertes o más poderosos se imponen sobre
los más indefensos, a los que someten y sojuzgan. O de los más
pillos, que engañan y roban a los más honrados y confiados.
La ley permite que las sociedades
avancen, pues las gentes, al saberse protegidas jurídicamente,
laboran, investigan, inventan, ahorran, actividades todas estas que
no podrían llevar a cabo si no existiera, pues todo les podría ser
arrebatado en cualquier momento.
Se puede deducir que todo esto lo
entendió o lo intuyó el pueblo valenciano hace más de mil años.
Y parece que sea una obviedad y, en efecto, debería serlo, pero no
lo es. También debería ser de común dominio que no puede haber
democracia sin respeto a la ley.
Y ocurre que hay un número grande de
personas que instan a desobedecer la ley, y son precisamente esas las
que más magrean la palabra democracia, las que más la usan,
puteándola, pisoteándola, maltratándola.
Y es precisamente en el Reino de Valencia
en donde ahora se burla a la democracia, puesto que ha sido tomado
por los catalanistas, unos tipos infames donde los haya, que se
sirven de todos los subterfugios y trampas, y aprovechan las
posibilidades que les ofrece la ley, con la complicidad de los
desprevenidos o incautos ciudadanos, para traer el mal.
Ya se ve en Cataluña de lo que son
capaces los catalanistas, y llevan muchos tratando de traer la peste
catalanista al Reino de Valencia. Ahora se sienten capaces de
conseguirlo.
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