Desde el momento en que aceptó
convertirse en la voz y las manos de Puigdemont, el prófugo al que
es imposible superar en cobardía, está cantado que ha de acabar en
la cárcel.
Aunque Sánchez, mal aconsejado por
Iceta, no lo quiera meter, acabará yendo, y si hace falta lo hará
por su pie, porque el prófugo, al que los malintencionados llaman
‘presssidenç amb al exyli’, quiere que vaya a la cárcel, Por
cierto, de exilio nada, es un prófugo gallináceo que ha ido a poner
los huevos en Waterloo.
Torrent, otro que tal baila, en una
entrevista que concedió meses atrás, manifestó que no se imaginaba
en la cárcel. Por aquel tiempo jugaba a desairar y ofender a los
demócratas mediante simulaciones del gusto de los totalitarios, esos
fascistas que quieren imponer sus caprichos por las bravas. Se
pensaba el muy iluso que iba a poder hacer lo mismo todo el tiempo,
sin percatarse de que quienes mueven los hilos en Cataluña son unos
tipos decididamente perversos y torpes, pero que con el dinero que
les ha ido dando el Estado a lo largo del tiempo han podido contratar
a profesionales muy eficientes y sin escrúpulos, que son quienes han
diseñado y preparado toda esta operatoria, condenada al fracaso
desde el principio, pero que antes de sucumbir hará mucho mal.
Cuentan con la colaboración del PSC, el
cáncer del PSOE, y de Podemos, que se apunta a todo lo que sea hacer
el mal.
No contaban con la reacción de los
demócratas, que no están dispuestos a dejarse arrebatar las
libertades impunemente. Contrasta lo altamente civilizados que están
unos, y lo valerosos que son, con la cobardía destructiva de los
viles que pretenden acabar con todo atisbo de inteligencia.
Algunos de los que estuvieron atrapados
en esa maquinaria destructiva, muy pocos, se dieron cuenta y la
abandonaron antes de ser triturados por ella. No parece que Torra sea
capaz de hacerlo.
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