En su tiempo, Tierno Galván se refería
a la pareja de moda como «esos chicos de Sevilla», dando a entender
con ello el escaso respeto intelectual que les tenía. Claro que
luego les vendió su partido, el PSP, a cambio de la alcaldía de
Madrid, dejando a sus militantes en el limbo.
Por su parte, Felipe González y Alfonso
Guerra no tendrían recorrido intelectual, pero sí el poder y eran,
y son, aviesos como ellos. Bautizaron a Tierno como «la víbora con
gafas» y le dieron la alcaldía de Madrid, pero de forma simbólica,
porque el alcalde efectivo fue Juan Barranco. Tierno le llamaba
«Juanito Precipicio».
Los medios adictos presentaban a Alfonso
Guerra como un gran intelectual y dotado de una inteligencia
finísima, lo cual le daba mucha risa a Jorge Semprún, a la sazón
ministro en el gobierno de Felipe González.
Alfonso Guerra se consideraba más
inteligente y mejor preparado que Felipe González y lo hizo saber al
gran público: yo soy el cocinero que prepara los platos y Felipe es
el camarero que los sirve, lo cual motivó el fin de su carrera
política, porque su gran amigo de antaño no le perdonó jamás que
dijera eso.
Felipe González es el político que más
poder ha tenido en toda la historia de España, pero eso, en lugar de
incrementar su sentido de la responsabilidad, le hizo ensoberbecerse
e inducirle a aprovechar la circunstancia.
Es tan idiota que piensa que basta con
ser socialista para ser demócrata, no se da cuenta de que esta es
una opción personal y tiene que ver con el comportamiento.
Un adicto al poder, como es él, y en
esto se que sus convicciones democráticas son endebles, jamás se
plantea si lo que ha hecho está bien o está mal. Lo ha hecho porque
quería y podía. Y punto.
El hecho de que luego hayan aparecido
otros más melones que él no lo convierte en estadista.
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