sábado, 5 de octubre de 2019

Entre Amazonia y Notre Dame

Sorprende que unos niños tengan unas ideas tan claras sobre un asunto tan complejo. Indudablemente, están adoctrinados, puesto que no se les ha explicado todo.
Lo que no sorprende es que boniato de Errejón (FJL lo definió mejor) aproveche cualquier circunstancia para meter el dedo en el ojo. Pero en el pecado le va la penitencia, porque cada día es más burro.
El sector de la izquierda moderada, razonable y, si se quiere, admirable, cada vez es más reducido y, en cambio, el de la izquierda cerril, extrema izquierda, se expande. Esta gentuza, porque no cabe llamarla de otra manera ha impuesto sus marcos mentales, de modo que dedicarles calles a tipos como Santiago Carrillo es correcto, pero criticar que se cambie de sitio el cadáver de Franco da pie a que los guardianes de lo políticamente correcto hagan uso de su vileza.
No les han explicado a esos niños que en Amazonia hay incendios todos los años, ni que Pedro Sánchez, el presidente del gobierno, no tiene ni puta idea de en donde está. Solo que en América del Sur. Tampoco les han hecho saber que en el corazón de África hay más incendios y más grandes todos los años. Por su parte, Bolsonaro afirma que Amazonia no es patrimonio de la humanidad y que tampoco es el pulmón del planeta.
Hay problemas muy complejos en el mundo para cuya solución es precisa la colaboración de todas las naciones, y en esto es en donde reside la complejidad. En cambio, la izquierda totalitaria, prefiere simplificarlos al máximo, pero no hacerlo de modo uniforme, sino suprimiendo todo aquello que no le conviene, para dejar a la vista solo esa parte mínima que le sirve para alcanzar sus objetivos, nada recomendables precisamente para el planeta en ninguno de sus objetivos. Esa izquierda cerril, como todo lo cerril, es, en sí misma, antiecológica. 


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