Sorprende que unos niños tengan unas
ideas tan claras sobre un asunto tan complejo. Indudablemente, están
adoctrinados, puesto que no se les ha explicado todo.
Lo que no sorprende es que boniato de
Errejón (FJL lo definió mejor) aproveche cualquier circunstancia
para meter el dedo en el ojo. Pero en el pecado le va la penitencia,
porque cada día es más burro.
El sector de la izquierda moderada,
razonable y, si se quiere, admirable, cada vez es más reducido y, en
cambio, el de la izquierda cerril, extrema izquierda, se expande.
Esta gentuza, porque no cabe llamarla de otra manera ha impuesto sus
marcos mentales, de modo que dedicarles calles a tipos como Santiago
Carrillo es correcto, pero criticar que se cambie de sitio el cadáver
de Franco da pie a que los guardianes de lo políticamente correcto
hagan uso de su vileza.
No les han explicado a esos niños que en
Amazonia hay incendios todos los años, ni que Pedro Sánchez, el
presidente del gobierno, no tiene ni puta idea de en donde está.
Solo que en América del Sur. Tampoco les han hecho saber que en el
corazón de África hay más incendios y más grandes todos los años.
Por su parte, Bolsonaro afirma que Amazonia no es patrimonio de la
humanidad y que tampoco es el pulmón del planeta.
Hay problemas muy complejos en el mundo
para cuya solución es precisa la colaboración de todas las
naciones, y en esto es en donde reside la complejidad. En cambio, la
izquierda totalitaria, prefiere simplificarlos al máximo, pero no
hacerlo de modo uniforme, sino suprimiendo todo aquello que no le
conviene, para dejar a la vista solo esa parte mínima que le sirve
para alcanzar sus objetivos, nada recomendables precisamente para el
planeta en ninguno de sus objetivos. Esa izquierda cerril, como todo
lo cerril, es, en sí misma, antiecológica.
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