Hay que reconocer que Pedro Sánchez, el
presidente del gobierno en funciones, consigue todo lo que se
propone, tal es así que ahora ha emprendido algo que hasta el
momento es tenido por imposible.
Quería ser doctor y lo consiguió,
mediante la ayuda, digamos que divina. Unos diosecillos socialistas
le echaron una mano, y otros quizá no eran socialistas, sino solo
simpatizantes, hicieron la vista gorda.
Quería escribir un libro y lo logró.
Esta vez la ayuda procedió del sector femenino de las divinidades.
Un sector femenino al que se le fue la mano en algunos puntos, en su
afán por hacer florituras.
Quería ser presidente del gobierno y
también se salió con la suya. Pero esta vez no fue con la ayuda
divina, sino con todos los demonios del averno, a cual más tenebroso
y ruin. Y es que para Sánchez, es evidente, rige la máxima que dice
que hay que tener amigos hasta en el infierno. Recurrió a ellos
porque quería ser presidente del gobierno a toda costa y a los demás
que nos den. No está demostrado que todos los votantes socialistas
hayan aceptado bien esta afrenta.
El que ahora se propone es un reto más
difícil todavía, nada menos que desmentir ese axioma de Abraham
Lincoln que dice que se puede engañar a uno todo el tiempo, se
puede engañar a todos una vez, pero no se puede engañar a todos
todo el tiempo. Pues este es el reto que se ha planteado nuestro
ilusionado presidente del gobierno en funciones, el de engañar a
todos todo el tiempo. La mayor dificultad del empeño proviene del
PSC, el cáncer del PSOE, por cuya culpa buena parte de los votantes
del PSOE están sufriendo una afrenta con los disturbios de Cataluña
que no está claro que vayan a perdonar. Cataluña, que fue un vivero
de votos para Zapatero, puede ser la tumba política de Sánchez.
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