Mucho se especula con respecto a los
motivos por los que Comín pusiera su móvil a la vista de todos.
Pero una de las posibilidades que hay que considerar es que se haya
dado cuenta de que su situación es dramática y que vencido por el
pánico ya no sepa lo que hace. Que no haya renunciado a su acta de
diputado puede deberse a que todavía crea que le proporciona
inmunidad y no a la ambición, como se ha dicho.
Aquí todos tienen pánico, incluso
Rajoy, a pesar de que la carta ganadora está en sus manos. El
Tribunal Constitucional dictó un auto según el cual todos podían
considerar que habían acertado. Los que decían que no debía
haberse impugnado y quienes opinaron que sí. El artículo de un
jurista que ha publicado hoy El Mundo deja las cosas claras.
Parece evidente que si Rajoy hubiera
tenido el margen de maniobra que sus predecesores en el cargo habría
cedido igual que hicieron ellos, pero los catalanistas habían
llegado ya al final de su recorrido. Se las prometían muy felices,
porque el presidente estaba asustado y en situación muy débil,
Sánchez estaba a su favor, como otros impresentables, y Riverita
bailaba la yenka.
Y entonces sucedió lo que no habían
previsto, Felipe VI pronunció un discurso que significó el fin de
la aventura, porque Sánchez no tuvo más remedio que dar marcha
atrás. Los impresentables se dedican ahora a tratar de desacreditar
la figura del Rey.
Hay que ver la diferencia, mientras que
Juan Carlos I, con su irresponsabilidad y su egoísmo, pudo dar lugar
de forma impremeditada al golpe del 23-F, y fue una suerte que
cogiera el teléfono Sabino Fernández Campo y no él, Felipe VI ha
salvado a España de una catástrofe con un contundente discurso.
A Rajoy se le ha aparecido la Virgen, a
Comín no y los impresentables, con sus críticas, señalan lo que es
bueno.
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