Con su actitud ha demostrado, igual que
antes lo habían hecho otros, que estaba convencida de que iba a
quedar impune.
Cuando se ha dado cuenta de que no era
así, de que lo que iba haciendo podía tener consecuencias penales,
ha matado al personaje que venía representando y ahora no se sabe si
ideará otro personaje más acorde con la normalidad o si optará por
el camino más corto, que es ser ella misma.
El caso es que se han visto dos cosas, su
creencia en la impunidad, y seguramente tenía base para creer en
ella a la vista de las manifestaciones de aquellos momentos de Pedro
Sánchez y Riverita, que son muy distintas de las que hacen ahora, a
causa del discurso del Rey, por un lado, y de las nuevas
circunstancias por otro, y también se ha visto, y esto es lo más
importante, que representaba un papel.
Ella se había fabricado un personaje a
la medida de cierto sector social, con el fin de que le diera su
voto, porque en política los votos, a partir de cierto número de
ellos, se convierten en dinero. Anticapitalistas se dicen, pero no
perdonan ni un céntimo. Pelean por el dinero, digo por los votos, se
disfrazan, montan numeritos, simulan ser bastos y malhablados, todo
lo que haga falta con tal de vivir del presupuesto público.
Ha elegido Suiza para escaparse y parece
que para llegar a esta decisión ha tenido que estar muy bien
asesorada, al más puro estilo capitalista. Se habrá servido
seguramente de un bufete de abogados con experiencia en el derecho
internacional, que habrá explorado las posibilidades que ofrece cada
país y al final el país elegido es el más capitalista de todos.
Quizá tenga estudiado también el modo
en que se ha de ganar la vida en lo sucesivo y mientras tanto las
gentes de su partido seguirán engañando a sus votantes.
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