Es evidente que los nacionalistas, a los
que es difícil, si no imposible encontrarles una idea buena,
pretenden seguir con el circo, para tener entretenidos a sus dos
millones de votantes.
Es decir, su intención es engañar a los
suyos, y a los demás no, porque no se dejan. Los nacionalistas
necesitan de la mentira, del engaño y de la violencia, física o
moral.
A nadie que conservara un gramo de
sensatez se le ocurriría pensar, ni siquiera pensar, en Sánchez
para presidente de la Generalidad, habida cuenta de que está en la
cárcel, acusado de graves delitos, y de en el improbable caso de que
se le permitiera salir de prisión para ser investido, luego será
juzgado y el hecho de que recayera sobre él alguna condena sería un
desprestigio para Cataluña y consecuentemente para España. Por tal
motivo, y para proteger el buen nombre de Cataluña, entre otros
motivos, se presume que el juez no lo dejará salir.
Lo que ocurre es que los separatistas
necesitan seguir alimentando su espiral de mentiras, apoyados en el
hecho de que hay gente dispuesta a tomarlas en consideración, por
locura o por sucio interés, que de todo hay.
Mientras tanto, Torrent, el braz tont del
Parlament, sigue caminando por el filo de la navaja y no cabe
descartar que en algún momento cometa algún error de cálculo, que
obligue a la justicia a ocuparse de él. En estos tiempos en que hay
tantos que ya saben que la impunidad no existe y que, por tanto,
llevan mucho cuidado con lo que hacen o dicen, salvo el mequetrefe de
Waterloo, Torrent es el que más está arriesgando y seguramente ya
ha llevado a cabo algunas acciones, que consideradas como agravantes
pueden salirle muy caras si termina siendo juzgado.
El caso es que todo lo que hacen los
separatistas redunda en perjuicio de Cataluña y dificulta en grado
sumo que pueda volver a ser lo que fue.
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