Me ha pedido un amable lector cuya madre
va a cumplir 98 años en los próximos días, que diga algo sobre
Quini, pero no de su faceta futbolística sino de su probada calidad
humana.
Hace mucho tiempo de eso, me refiero a su
secuestro y mis recuerdos sobre el caso vienen a ser como pinceladas
sueltas. Son pocos los que poseen la capacidad de perdonar y tampoco
son bien entendidos por la mayoría quienes disfrutan de ella.
Demuestran una grandeza de espíritu que empequeñece a quienes
coleccionan agravios, a quienes están urdiendo venganzas
permanentemente.
Quini debió de darse cuenta de la
penuria de sus secuestradores, porque si no recuerdo mal contó que
lo alimentaban a base de bocadillos y también comprendería que
tenían pocas luces y que no eran delincuentes profesionales, así
que optó por perdonarlos, lo cual creo que sentó mal al club en el
que prestaba sus servicios, que resultó perjudicado por el
secuestro. Pero su bondad pudo más que el deseo de quedar bien con
los poderosos directivos.
Se da la circunstancia de que años
después su hermano murió ahogado en su intento de salvar a un niño
de las olas. Lo que induce a pensar que la familia de los Castro tuvo
que ser ejemplar. La bondad se contagia a veces, por lo que hay que
intentar con denuedo que suceda.
Y creo que no está de más comparar a
esos dos hermanos ejemplares, que ya no están entre nosotros, con
todos esos otros que dicen que quieren mejorar el mundo, algunos de
ellos guillotina mediante, y entonces uno se da cuenta, si no lo
había hecho antes, de la enorme diferencia que hay entre los que
realmente mejoran el mundo y los que lo empeoran, alegando que lo
quieren mejorar. Por sus hechos los conoceréis, dice la Biblia y no
se equivoca en este caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario