Corría el mes de marzo de 1978,
concretamente era el día 17 cuando ETA hizo estallar una bomba en la
central nuclear de Lemóniz. Murieron dos trabajadores inocentes,
dice la noticia publicada en el ABC.
Pero es que todas las víctimas de ETA
son inocentes. Distinguir entre unas víctimas y otras es hacerle el
juego a la banda terrorista. Ninguna de sus actuaciones tiene
justificación y todos los que han apoyado o apoyan a ETA de forma
activa o pasiva son unos miserables.
La cuestión es que Mari Mar Negro, hija
de una de las víctimas de ese atentado, dice que ETA envió a un
cura a disculparse por matar a su padre. Lógicamente, ella no lo
recibió. Hay que tener este detalle en cuenta por varios motivos. El
primero es que cualquier español que esté al corriente de las
actuaciones del terrorismo vasco y sus ramificaciones y extensiones
se lo cree, porque no fue un único cura el que apoyó el que apoyó
de manera abierta o encubierta a la maldita banda, sino que fueron
muchos y especialmente asquerosa fue y es la actitud de algunos
obispos.
Hay que tenerlo en cuenta porque pronto
comenzará la campaña de la Renta y los curas nos van a exigir,
rogar e incluso suplicar que pongamos la equis en donde a ellos les
conviene. El dios dinero tiene muchos fieles e incluso se sospecha
que los curas y obispos catalanes también lo adoran, porque un gran
número de ellos se ha hecho nacionalista, quizá porque así
consiguen ganar más.
La actitud de los representantes de la
Iglesia Católica en asuntos cruciales de la vida española se puede
condensar en la de ese cura que hizo de recadero de ETA y además con
absoluta falsedad, porque la banda siguió matando durante muchos
años. ¿Cómo es que la Iglesia Católica tiene en su seno a esos
individuos y encima se atreve a pedir dinero?
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