jueves, 15 de marzo de 2018

El PSOE y la cadena perpetua

El buenismo viene de lejos y la tontuna es contagiosa. Esa necesidad de parecer bueno y sobre todo de creérselo, que es menos trabajoso que intentar ser bueno, que implica renuncias y sacrificios, llevó a que en la Constitución brotase esa norma que dice que las penas de cárcel han de estar orientadas a la reinserción.
Pero si el interesado no quiere reinsertarse, ¿qué? Otegui, sin ir más lejos, jamás ha dado muestras de arrepentimiento, ni prácticamente ningún etarra, ni tampoco cualquiera de los asesinos de similar atrocidad.
Curiosamente, la cadena perpetua es la que más induce a la reinserción, porque obliga a quienes la cumplen, en los países democráticos en los que está vigente, a plantearse si lo que hicieron está bien o mal y si mereció la pena.
Los etarras que cumplen condena en las cárceles españolas se sienten respaldados por el resto de etarras y también por todos esos cómplices suyos que los consideran héroes.
La cuestión es que el legislador debe buscar el bien de la sociedad. Está muy bien que se den facilidades y se ayude a quienes quieran ser reinsertados y se esfuercen en ello, pero hay que tener en cuenta que la decisión ha de ser suya, o sea de ellos. Hay crímenes horrendos a cuyos autores se les prevé de antemano una muy difícil, sino imposible reinserción. Con la cadena perpetua nos habríamos ahorrado, con total seguridad muchos atentados. Los etarras presos, con el fin de obtener beneficios que les evitaran esta condena habrían colaborado en el esclarecimiento de los atentados pendientes de aclarar. Habríamos evitado también las ignominiosas negociaciones del gobierno español con la banda y las bochornosas huelgas de hambre que han llevado a cabo algunos sanguinarios terroristas. No habría sido necesario dispersar a la banda. Los admiradores de los etarras se quedarían con las ganas de hacerles homenaje cuando salieran.
Si algún etarra que cumpliera cadena perpetua lograra convertirse en persona se le podría aplicar el indulto.


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