Hay narcisistas que son únicos dirigiendo una orquesta, pintando al óleo o diseñando edificios. Otros, en cambio, lo que hacen lo hacen mal, como es el caso de Zapatero, ¡ay, no!, Zapatero no es narcisista, sino un personaje cómico. La guasa con él comenzó pronto: «ni una mala palabra, ni una buena acción», fue la divisa que se le adjudicó. Tiene aspecto de presentador de telediario, pero más aún de mayordomo. De hecho ha acabado por ser el lacayo de Maduro. Se entienden bien los dos: ¡Señor, sí señor!
Quien padece el tipo de narcisismo más común, el de los estúpidos que se creen tocados por la varita de los dioses, es Pedro Sánchez. No sabe hacer nada más que alabarse y mirarse al espejo. Si ha de escribir algo, o plagia o se lo escriben. Ya he dicho alguna vez que a pesar de su inutilidad, también y sobre todo como presidente, se cree algo así como Marco Aurelio y que seguramente está a punto de ordenarle a Irene Lozano que le escriba unas ‘Meditaciones’. Si se da el caso, ella lo hará, claro, cualquiera se atreve a contradecir al pájaro, y no reiremos mucho con el libro, pero más risa daría si fuera obra de Carmen Calvo. Ojalá se lo encargara a ella.
Aunque bien pensado, también tiene otras habilidades, Su Persona, el Presidente del Gobierno, el Pájaro de Cuenta Más Grande que ha dirigido los destinos de España: engañar a quienes desean ser engañados.
Comparte con Iglesias su aversión al Rey, pero por otros motivos. Mientras que al chepas le molesta porque es un escollo para la consecución de sus objetivos de llevar a España a la ruina y convertirla en una dictadura como la de Venezuela, la ilusión de Sánchez sería sustituirlo como Jefe del Estado. Para los españoles sería lo mismo que si nos dieran gato por liebre.
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