Cuando la ministra de Exteriores intenta explicar algún abuso o deslealtad de este gobierno miserable hacia los españoles, lo hace como si se dirigiera a unos niños, pero no como los de ‘El señor de las moscas’ de William Golding, sino como los de ‘La isla de coral’ de Ballantyne. Ella misma es infantil. Tiene pinta de ser una niña dada a la obediencia ciega.
El ministerio de Exteriores requiere, para su dirección, de personas adultas, pragmáticas y muy educadas, o sea, capaces de respetar a los demás.
En el tablero mundial se está jugando una partida de billar a muchas bandas y España está situada en un lugar por el que pasan las bolas. Está la responsabilidad histórica con el pueblo saharaui, que no ha sido atendida como era debido por gobernantes con escaso sentido del honor, y por si faltara poco ha venido a mezclarse en el asunto un mequetrefe con moño, con lo cual se enreda más la cuestión, que ya no sólo es que parece menor, sino que a estas alturas es de muy difícil solución, habida cuenta de que se mezclan otras que debieron verse venir en su día y no fue así, porque Winston Churchill ya murió y hasta que aparezca otro hay que esperar un poco. Los valencianos tenemos a un tal Puig, al que algunos, y algunas, quieren darle esa categoría, pero definitivamente no. Hay que darle la razón a Savater, que dijo que, más o menos, es idiota.
El caso es que en este momento crucial de la historia en que se debaten asuntos importantes en el tablero mundial, España tiene un gobierno cuya única política consiste en imponer el relato que le conviene, para lo cual corrompe a los medios y todo el que se venda. Eso hace que su peso en el mundo sea insignificante y que Marruecos nos pueda chulear y procurarnos todos los problemas que se le antoje.
‘2016. Año bisiesto’
‘El Parotet y otros asuntos’
‘Diario de un escritor naíf’
‘Yo estoy loco’
‘Valencia, su Mercado Central y otras debilidades’
‘1978.El año en que España cambió de piel’
‘Tránsito en la mirada’
‘Te doy mi palabra’
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