Insisto en llamarlo virus chino porque es el lugar del que procede, a lo que hay que añadir que cuando el gobierno chino dio el aviso ya había salido de sus fronteras.
El primero en España en advertir lo peligroso de la situación fue el Dr. Cavadas, con un argumento incontestable: si los chinos han construido un hospital enorme en un tiempo récord y han aislado a 60 millones de personas es que el asunto es grave. El gobierno tuvo rapidez de reflejos en ese momento. Se dio cuenta de que no le convenía enterarse, así que algunos de sus afines respondieron: esa no es la especialidad del Dr. Cavadas. Lo dijeron además con esa suficiencia, con ese aplomo, con esa seriedad asnal que caracteriza a quienes no saben nada, pero obedecen las órdenes de sus amos.
En la actualidad las cosas han cambiado. El virus chino sirve como pretexto para arrebatar libertades y derechos a los ciudadanos, hacerles la vida imposible y arruinar a todos los que se pueda. La propaganda sirve como vaselina para hacerles todo ese mal sin que se enteren.
De hecho, los poderes públicos vienen informando del número de contagios que se produce cada día, pero omitiendo un dato fundamental, como el de los lugares y los motivos que los han hecho posibles. Esos datos son los que permitirían salvar la economía, o no dañarla tanto, y que el número de los atemorizados fuera menor. Porque a lo mejor en la calle no se contagia nadie, o casi nadie, y en los lugares en los que se hace vida responsable, como ocurre en los establecimientos comerciales tampoco. En los restaurantes, supermercados, farmacias, bares, peluquerías…, no se producen contagios. ¿Por qué no dan a conocer estos datos?
¿Por qué han de limitar las reuniones familiares a 6 o 10 personas, si lo que importa no es el número sino el comportamiento?
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