Resulta descorazonador comprobar que se nos arrebatan algunas libertades constitucionales y todo el mundo lo acepta sin protestar ni maldecir siquiera a este gobierno incompetente, manirroto, sectario y malintencionado.
Que lo que pretende este gobierno no es santo lo prueba el hecho de que sus componentes se saltan las normas que imponen a los demás.
En la calle no hay contagios, parece ser que aunque no se guarde el recomendable distanciamiento físico entre las personas, porque a veces se dan aglomeraciones de gentes, por un motivo o por otro, y de ello no se deriva un aumento del número de contagiados.
En una comida navideña a la que acudieran personas ajenas a la vivienda en la que se dé, quienes pusieran la mesa deberían usar guantes esterilizados para ello. Los comensales deberían guardar una distancia prudente entre unos y otros y no tocar nada que no fuera suyo, vasos, cubiertos, etcétera. Nadie debería elevar la voz y el lugar debería estar suficientemente ventilado o contar con un extractor adecuado. En estas condiciones, lo mismo da que sean seis que veintiséis.
Debido a la falta de tradición democrática en España, nuestros políticos se creen superiores a los ciudadanos y éstos, acostumbrados, en general, al mamoneo para sobrevivir, aceptan esa disparatada presunción. Lo civilizad0 sería que la clase política, que debería estar al servicio de los ciudadanos, que son quienes pagan sus sueldos, se informara primero, porque tiene los medios para ello, y que luego recomendara a los ciudadanos, tratándolos como adultos, el modo de comportarse para evitar ser contagiado por el virus chino.
Pero lo que pretende este gobierno miserable, y sin querer o queriendo ha despistado a los gobernantes de otros partidos, para que no actúen como deben, es hundir la economía de España, para arruinar a la mayoría, porque en esas condiciones será más fácil instaurar otra dictadura, esta de izquierdas.
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