viernes, 5 de febrero de 2021

Iturriaga contra El Rubius

 

En su época de jugador, Iturriaga no tenía más remedio que vivir en la ciudad en la que estaba radicado el equipo en el que jugado. Ignoro a qué se dedica ahora, pero puede ocurrir que sea el mismo caso. En cambio, El Rubius puede llevar a cabo las actividades mediante las que se gana la vida en cualquier parte del mundo. No son casos equiparables los suyos.

A estas alturas nadie ignora que el dinero no tiene fronteras y se acomoda en donde encuentra las condiciones más favorables. Como hacen los vencejos y los patos, entre otros. También lo saben los sinvergüenzas que tratan de aniquilar la economía española con sus medidas, entre las que está la de propiciar la fuga de capitales.

Critican a El Rubius como aquel que señala a la luna con la intención de que los tontos se fijen en el dedo.

Se da la circunstancia, además, de que en España el dinero de los impuestos no se gasta más que lo imprescindible en beneficio del contribuyente, que sería lo honrado, sino que una parte, cada vez más grande, de él se dilapida. Se gasta en pagar a una niñera, por ejemplo, pero también en obligar a los contribuyentes, o a sus hijos, a estudiar lenguas que no son de su interés. Ni siquiera les permiten que elijan las que quieren estudiar. Esto no tiene sentido, ni es lógico, ni bueno para la nación.

Cuando la gente ve que con los impuestos que paga se hacen buenos colegios, buenos hospitales, y se trata con primor a los desfavorecidos, paga los impuestos a gusto. Pero si cuando se hace un hospital que resulta útil, se dedican a sabotearlo; si el dinero de los impuestos se lo gastan en mariscadas o en putas; o en televisiones para hacerse propaganda los que mandan; o en colocar a los amigos en miles de chiringuitos; o en embajaditas; o en sobornar a los medios; etcétera; duele cualquier céntimo que se paga.



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