martes, 16 de febrero de 2021

Llega la hora del baile en Cataluña

 

Tras las elecciones, los secesionistas -ellos, fieles a su costumbre de hacer trampas, se dicen de otra manera- se muestran eufóricos, pueden pensar que la ocasión la pintan calva, puesto que tienen mayoría y quizá no vuelva a haber un gobierno tan débil como el actual, al que, además, tienen cogido por donde más duele.

Pero, pese a todas las apariencias, dos cuestiones relacionadas ambas con los números, o las cifras, se lo ponen imposible. O sea, que no puede ser.

En primer lugar, hay que tener en cuenta las cifras electorales. El PSC ha conseguido muchos más escaños de los que tenía, pero muy pocos votos más. El electorado socialista catalán no está muy contento, o no se fía mucho. El resto de las fuerzas antidemócratas ha sufrido una merma considerable de votos. Es decir, no tienen respaldo popular suficiente para llevar a cabo la barbaridad que pretenden.

Entre los partidos constitucionales, la noticia es que Vox ha entrado con fuerza en la política catalana mientras los demás se han dado de bruces con el rechazo popular. Sus potenciales votantes perciben que no se emplean en su defensa como debieran.

La otra parte de los números o cifras tiene que ver con el dinero, que no tiene fronteras y que, como las aves, se acomoda en donde más comodidades encuentra.

En cuanto los sinvergüenzas -lo son porque no respetan las reglas de juego, establecidas democráticamente, con anterioridad- comiencen a hacer de las suyas todas las empresas que puedan se irán de Cataluña. Las que han trasladado sus sedes sociales, pero han dejado sus centros operativos en Cataluña, trasladarán éstos también.

El irreversible empobrecimiento de Cataluña se acelerará. Llegará el momento en que todos los que se hayan arruinado, que serán muchos, vean a los Rufianes, Junqueras, Raholas, etcétera, vivir a cuerpo de rey, se enojarán tanto que los echarán de Cataluña, que, por supuesto, seguirá siendo parte de España.


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