Esa
roca que la Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra tiene
como suya, porque se conoce que pasarse por el forro la legislación
internacional y las resoluciones de la ONU no es pecado para ella,
protege por todos los medios posibles a los evasores fiscales, por lo
menos a los españoles; falta saber lo que hace con los pecadores
británicos.
Ya
se sabe que estos países en los que se mezcla religión y política
no son de fiar. Tienen más facilidad para encontrar excusas. No es
lo mismo fumar mientras se reza que rezar mientras se fuma.
El
juez Pablo Ruz, a través del gobierno español, ha pedido
información sobre una cuenta, abierta en Gibraltar, que está
relacionada con el caso Gürtel. Y los jueces gibraltareños, como es
habitual en ellos en estos casos, aparte de que se demoran mucho en
la respuesta, siempre encuentran defectos de forma que
indefectiblemente suenan a excusas de mal pagador. Los gibraltareños
tienen la misma capacidad de avergonzarse que las monas de Gibraltar.
Y saben cuentan con el respaldo de esa que llaman su Graciosa
Majestad.
En
tales situaciones, esa señora tan graciosa y su gobierno hacen buena
la cita de Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de
los canallas”. Se envuelven en la bandera británica y hacen creer
a los devotos de la Iglesia de Inglaterra que los españoles les
atacan. Ya se sabe que los devotos, y sobre todo los devotos de la
Iglesia de Inglaterra, gozan de una credulidad peculiar.
En
España también hay patanes de tres al cuarto que se envuelven en la
bandera y les va bien. Por ahora.
A
los gibraltareños les interesa que se sepa que quienes quieran
burlar al fisco español pueden contar con ellos, y que para
ayudarles en su empeño no dudan en emplear todo tipo de artimañas.
En
el reciente pasado hubo gente “buena” en España que quiso llevar
a esos por el camino decente.
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