Es
cierto que hay una Cataluña laboriosa y tenaz. Lo malo es que
trabaja y se sacrifica por un grupo de gansos. El ganso catalán es
un señor que vive muy bien, tiene un gran despacho, quizá más de
uno, habla de forma solemne y, al parecer, no se conforma con el
enorme poder que tiene y el sueldo que se ha puesto.
Debo
reconocer, aun a mi pesar, que Albert Boadella es clarividente. Los
catalanes, embobados por los encantadores de serpientes, han
consentido que uno de sus mejores se vaya de Cataluña. Con decir que
ellos escriben Catalunya aunque escriban en castellano está dicho
todo.
Albert
Boadella, uno de los mejores catalanes, no sólo ha tenido que irse
de Cataluña, sino que cuando vuelve es abucheado o increpado. “Se
dice que hay democracia en un lugar cuando alguien que opina lo
contrario de la mayoría puede deambular tranquilamente por sus
calles”.
En
Cataluña, el odio ha tomado carta de naturaleza y cuando el odio se
instala en un lugar las consecuencias son imprevisibles. Lo ha dicho
Boadella, el Gran Catalán invitado de hoy: hay dos generaciones de
catalanes educadas en el odio a lo español. Y esos catalanes,
mansos, se han dejado. Qué le vamos a hacer.
El
odio es, probablemente, lo que más votos da. Hay políticos
despabilados, y no sólo nacionalistas, que lo entienden. Ese derecho
a odiar, sibilinamente introducido, proporciona un enorme poder a los
gansos. Sólo falta que no conformes con eso también se lo lleven.
Quizá nos enteremos algún día que de todos los españoles son los
gansos los que más se llevan.
Boadella
también ha dicho otra verdad, que algún día resplandecerá de una
vez por todas: “Jordi Pujol es lo peor que le ha sucedido a
Cataluña en 400 años”. Cuando eso ocurra muchos catalanes
sentirán vergüenza. 'Lo peor que ha sucedido a Cataluña' se reirá
en su tumba.
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