Ha
dicho Albert Pla que siempre le ha dado asco ser español. Y en un
principio esta afirmación podría parecer propia de alguien que
observa la historia con sentido crítico.
En
un principio nada más. Porque en la frase siguiente dice que espera
que todo el mundo sienta asco también. O sea que lo que en principio
podía dar idea de que se trata de un tipo inteligente, enseguida,
sin esperar de un minuto, señala a un imbécil, con perdón. ¿Cómo
puede esperar que todo el mundo piense igual que él? Lo que apuntaba
a un pensamiento minoritario y altamente crítico, resultó ser algo
visceral, salido de los mismos intestinos. Pero es que la tercera
frase ya da cuenta, de modo inequívoco, de su empanada mental.
Resulta que siente asco de España, pero Cataluña le parece
admirable. Lo podría haber sido un alegato contra los nacionalismos
terminó por ser un simplón discurso nacionalista. Ya saben todas
las personas bienintencionadas del mundo que el nacionalismo es una
peste, que empequeñece de forma notable el pensamiento de quienes han
sido contagiados.
A
Albert Pla le da asco ser español. Y ocurre que yo soy español. No
es que yo haya elegido ser español, sino que nací en España. No
tiene mérito, pero soy español. Si un francés dijera que le da
asco ser francés, yo comprendería el enfado de los franceses. Una
cosa es que se critique el comportamiento de las naciones y otra muy
distinta que se privilegie a una parte de una nación sobre el resto.
Eso es propio de cerebros minúsculos.
Por
otro lado, hay que respetar la libertad de opinión de los demás,
siempre que lo que digan no sea punible. Pero no es de recibo que un
ayuntamiento español contrate para cantar a un sujeto de este
calibre. Otra cosa es que lo haga una empresa privada. Pero si lo
hiciera, yo no iría al concierto.
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