Los
sindicalistas españoles, al igual que los políticos, están
acostumbrados a mandar y que haya un número importante de personas
que les obedezca.
Además,
oficialmente, son los buenos. Quienes se les oponen no saben con
quien se juegan los cuartos. Pueden desacreditar a cualquiera en
menos que canta un gallo. Así lo intentaron con la juez Alaya. Fea,
pepera, facha, fueron algunos de los improperios que le lanzaron.
Pero,
a veces, la gente abre los ojos. Los sindicatos ya no tienen tanto
crédito ante la opinión pública como antaño.
Los
socialistas también han, o intentan, desacreditar a la juez, e
incluso Almudena Grandes ha hecho el ridículo en el mismo intento.
La prueba es que ahora los sindicalistas las protestas que llevaron a
cabo recientemente. Se han asustado ante la respuesta social.
Lo
que ocurre es que o los sindicalistas nos han tomado por tontos a los
demás, o se han dado cuenta de que somos tontos. Eso de que las
protestas no iban contra la juez Alaya, sino contra una actuación
policial a todas luces excesiva hace aguas por los lados. Si las
protestas no iban contra la juez Alaya, ¿por qué le decían pepera?
Lo de a todas luces excesiva da
tanta risa que quizá sea excesiva.
Otra
de las perlas sindicales fue La
pretensión no ha sido presionar a ningún órgano judicial sino
protestar ante una detención abusiva y por ello entendemos que
ilegal, tal y como venimos denunciando desde el momento en que se
produjo. El
propio
Ignacio
Fernández Toxo ha respondido a esta memez: la
mejor
defensa para las personas imputadas por el asunto de los ERE en
Andalucía no
es acudir a las puertas de los juzgados,
sino
que se les apoya mejor desde otros espacios.
Sin
embargo, no se trata de apoyarles o no apoyarles, sino de saber si
han delinquido o no.
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