Es
bonito creer que la humanidad mejora. Pero
más que bonito es ingenuo y hasta peligroso, puesto que este
pensamiento genera, por desgracia, autocomplacencia, lo
que lleva a que no se haga nada para convertir en realidad el
supuesto citado.
Se
pueden ver las cosas de otro modo, y yo diría que se deben ver, no
que se pueden. Tomemos un personaje de hoy, Oriol Junqueras por
ejemplo, y otro del pasado, Cleóbulo
de Lindos, que vivió en el siglo VI antes de Cristo. Cleóbulo
de Lindos sabía que el enemigo del pueblo es enemigo de la ley.
Oriol
Junqueras -cuya profesión es la de profesor, y es una suerte que no
se dedique a la enseñanza-, empuja a desobedecer la ley, nada menos
que la Constitución. A
mí
no me gusta esta Constitución, y en un libro que saldrá en los
próximos meses explico por qué, pero de momento es la que hay y
todo demócrata debe respetarla. Nótese
que he dicho demócrata.
Los
que no lo son están fuera de la ley.
De
modo que al comparar un personaje de la remota antigüedad con uno de
hoy, y
ambos son personajes públicos y no del montón como yo, la
idea que queda es que el ser humano no progresa, sino que retrocede.
Se hace más salvaje en suma.
Pero
la idea de Cleóbulo de Lindos sobre la ley no era una rareza en su
época. Sócrates, cuya vida transcurrió entre los años 470 y 399
a.C., en
su diálogo con Critón, dijo: Quizá
dijeran las leyes: " ¿Es esto, Sócrates, lo que hemos
convenido tú y nosotras, o bien que hay que permanecer fiel a las
sentencias que dicte la ciudad?"
Se
disponía a cumplir la ley que le había condenado a muerte. Quizá
entre los que desfilaron el 11 de septiembre en contra del orden
constitucional los haya que se crean admiradores de Sócrates. Si es
así, son unos memos.
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