Eliot
Ness y su equipo de diez hombres, elegidos cuidadosamente por él,
pudo vencer a la mafia en su día. El sueldo de Eliot era de 2800
dólares brutos al año. Al Capone le ofreció dos mil dólares
semanales, que rechazó mediante un provocativo anuncio en la prensa.
Hoy
en día, Los Intocables hubieran fracasado. Los mafiosos hubieran
aprovechado las posibilidades que ofrece nuestra época para
desacreditar a Eliot Ness y su equipo, y hubieran organizado
manifestaciones multitudinarias para exigir que se les expulsara de
la policía. Y los políticos de hoy sucumben fácilmente a las
presiones de la calle.
Se
vio con el caso Alpha Pam, en el que ni Martí Sansaloni, del PP, ni
Alfredo Pérez Rubalcaba, del PSOE, tienen idea de lo que ocurrió.
Sin embargo, el primero tomó medidas, destituyendo a quien no tenía
ninguna culpa, y el segundo exige responsabilidades.
Es
fácil movilizar a la gente. Abundan los que por “una causa justa”
se ponen en marcha. El ser humano necesita creerse bueno y justo, y
si puede hacerlo de forma gratuita, mejor.
Si
a los manifestantes catalanes se les hubieran hecho algunas preguntas
sobre la historia de Cataluña, se hubiera comprobado que no tenían
ni idea. Si se les hubiera preguntado además por las consecuencias
que tendría lo que pedían se hubiera visto que en todos los casos
la respuesta hubiera pertenecido al campo de lo onírico.
Los
países, incluso los más salvajes, se rigen por leyes. Y donde no
hay ley manda el más fuerte. Las leyes no son perfectas, sino
perfectibles, pero son las que nos permiten andar tranquilamente por
las calles.
Ahora
toca preguntar a quienes se manifiestan a favor de Leonarda Dibrani
si se han molestado en estudiar la resolución del juez. Y si conocen
los preliminares y todas las circunstancias que rodean al caso.
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