Lo
que ha ofrecido José Manuel García-Margallo a las comunidades
autónomas es integrar en las embajadas españolas las oficinas que
tienen en el extranjero.
Yo
no pongo la mano en el fuego, pero si me guío por la experiencia
llego a la conclusión de que no van a aceptar. Si se trata de
reducir gastos, prefieren que se haga en medicamentos o asistencia
sanitaria antes que tocar sus prebendas.
Sus
Señorías autonómicas viajan mucho y necesitan tener la coartada
perfecta. Estar sometidas al control del Estado no les conviene.
Además,
algunas de esas comunidades autónomas aprovechan esas oficinas para
llevar a cabo en ellas buena parte de sus deslealtades. Es curioso
que acusen de eso, de desleal, a los gobiernos españoles, cuando si
lo han sido es con los ciudadanos, por pactar barbaridades con ellas,
las comunidades autónomas.
Una
de ellas, la vascongada ha mandado a un buen número de sus efectivos
a Estados Unidos para organizar un acto que hubiera podido celebrarse
en el propio País Vasco, puesto que hubieran acudido las mismas
personas.
La
de las comunidades autónomas fue una buena idea, pero la
desarrollaron mal, porque en lugar de ser útiles para los ciudadanos
lo es para la casta política, que ha encontrado en ellas un chollo
y, lógicamente, no están dispuestos a renunciar. Cuando digo
lógicamente me refiero a la lógica de aquellos que no dudan en
vivir del mejor modo posible, aunque sea a costa de los ciudadanos.
No hay más que ver el coste en comidas, en móviles o en kilometraje
de sus señorías autonómicas para comprender que no les da
vergüenza el llamado copago sanitario, ni tampoco la última vuelta
de tuerca sobre la cuestión.
No
me creo que los dirigentes de las comunidades autónomas renuncien a
los mil viajes, en números redondos han hecho desde 2008 hasta hoy.
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