El presidente del gobierno fue muy
criticado por haber escrito Sangenjo, y eso que todo su tuit estaba
en español.
Lo políticamente correcto avanza a pasos
agigantados y quien no abrace la bobería corre el riesgo de ser
proscrito o escarnecido. «Me duelen los ojos», llegó a decir
alguien que habría querido leer ese nombre en vernáculo. ¡Pobres
ojitos los del tal pollo!
Se da la curiosa circunstancia, además,
que lo políticamente correcto en el caso de la lengua siempre va en
la misma dirección, en contra del español. Si en una de esas
televisiones deficitarias, que consumen una considerable porción de
impuestos que son necesarios para otras cosas, y que se empeñan en
un utilizar dialectos que sólo habla una parte de la población
escriben Zaragoza sustituyendo las zetas por una considerable
cantidad de eses, porque los catalanistas rechazan la eñe, rechazan
el dígrafo ch, pero adoran a la ese, y nadie dice nada. ¿Por qué a
los nombres españoles se les puede traducir a cualquier vernáculo y
a los vernáculos no al español?
Sin olvidar la importancia que tiene el
turismo en España, al que no se le facilitan nada las cosas con ese
revoltijo de dialectos que lo inunda todo, para que no se aclare
nadie. Muchos de los extranjeros que vienen a España, por motivos
culturales, laborales o de ocio, han aprendido español, porque el
estudio de esta lengua reúne muchos atractivos: permite leer a
grandes literatos en lengua original, ser entendido en muchas partes
del mundo, porque la difusión del español es muy grande y hacer
negocios con muchos países, y se encuentran con la estupidez de que
las calles están rotuladas en dialectos desconocidos, las
explicaciones de los monumentos ídem de lienzo. Muchos de esos
visitantes pensarán que los españoles somos tontos. Habrá que
explicarles que una parte de los españoles.
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