El Tribunal Constitucional ha reconocido
a Puigdemont el derecho a ser investido como presidente, puesto que,
al menos de momento, no pesa ninguna condena sobre él. Ahora bien,
para ser investido ha de acudir al Parlamento y para poder hacer esto
le ha de pedir permiso al juez. Dice Rull, que está en libertad
provisional, que la va a pedir. Hasta que no hundan para siempre el
prestigio de Cataluña no van a parar.
Las verduleras del catalanismo ya se han
puesto histéricas, porque presienten que una parte importante de sus
ingresos se va a difuminar y los rufianes que nos llaman lacayos de
la caverna, sin darse cuenta de que ellos hacen el ridículo una y
otra vez por dinero, también vislumbran que la gallina de los huevos
de oro agoniza y seguramente les tocará trabajar.
Puigdemont pronto pasará al olvido y una
vez que no sea útil tendrá que ir pensando en mantenerse con el
sudor de su frente y eso seguramente no le gustará mucho. A partir
del momento en que haya un nuevo gobierno en Cataluña sus numeritos
dejarán de interesar.
Será de ver el juicio. Presumiblemente,
los acusados van a pasar mucha vergüenza cuando escuchen al fiscal,
a pesar de que hasta el momento no han demostrado tener mucha. Pero
ellos insisten en las manifestaciones de los separatistas fueron
pacíficas y habrá que ver la cara que ponen cuando se les muestren
las imágenes, entre las que estarán las de los gamberros encima del
destrozado coche de la policía, y los partes reales de lesiones, en
los que consta que hubo muchos más heridos entre los policías que
entre los manifestantes.
Paralelamente a esto, Cataluña se
empobreciendo a marchas forzadas y para frenar este deterioro sería
indispensable que todos los catalanes fueran a una, pero eso no es
posible porque la locura se instalado de forma permanente en muchos
de los habitantes de esa región.
No hay comentarios:
Publicar un comentario