Sé que este chico es futbolista, porque
es imposible no saberlo, pero jamás lo he visto jugar. Tampoco a
ningún otro de los de hoy, puesto que hace mucho que dejé de ver el
fútbol, porque ya no se puede considerar deporte.
De modo que sé por deducción que Piqué
le ha de saber dar patadas al balón y espero que no se las dé a los
contrarios, moda esta, la de patear a los rivales, que iba creciendo
cuando decidí olvidarme del fútbol.
Pero este futbolista está siempre en los
medios, por una cosa o por otra, y no entiendo que se le haga más
caso que otros que sí que son diestros en el arte de pensar.
Este elemento catalanista, digámoslo ya,
tiene derecho a profesar las creencias que quiera, a ser separatista,
por ejemplo, pero no a tergiversar las cosas, afición esta que lleva
tiempo calando hondo en esa región del nordeste de España, que
tanto tiene que agradecer al resto y que, no obstante, lo desprecia.
Últimamente ha dicho, y no he pasado del
titular, porque para qué viendo lo que hay, que «no se está
respetando el resultado de las elecciones en Cataluña», y hay que
ser lerdo para afirmar eso. Claro que se respeta el resultado de las
elecciones. Cuestión distinta es que algunos de los que han salido
elegidos diputados tengan problemas con la justicia, porque están
acusados de haber cometido delitos muy graves y esos problemas van a
subsistir hasta que se celebre el juicio, en el cual pueden ser
absueltos o condenados. Si ocurre lo primero, podrán dedicarse
plenamente a la política y si se da el segundo caso tendrán que
ingresar en la cárcel.
La impunidad puede existir en las
dictaduras, pero no en una democracia. La imprudencia consistió en
que esas personas que tienen problemas con la justicia figuraran en
las listas, pero no parece que esté Piqué esté capacitado para
entender esto.
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