La
exministra vuelve a estar de actualidad, pero no por alguna
cursilería que haya dicho, o algo que haya hecho mal, sino por la
tergiversación interesada de unas palabras suyas, dichas hace diez
años, con las que criticaba el sistema educativo andaluz.
El
periodismo de hoy en día, en gran medida, ya no se basa en informar
sino en difundir posverdades, una tras otra, y lo lamentable del caso
es que hay un público al que le gusta eso. Lo sigue, lo tolera y lo
aplaude. Entre los periodistas los hay que son virtuosos en este
proceder y tienen gran número de seguidores, entre los cuales,
paradójicamente, son considerados como adalides de la verdad. No
podía ser de otra manera.
Resulta
curioso, además, que Ana Mato, que no pudo o no supo dejar buen
sabor de boca en su faceta de ministra, sea criticada, diez años
después, por algo en lo que tenía razón.
No
se puede criticar a la izquierda española. Enseguida le cuelgan a
uno el sambenito de fascista, lo que también hacen los
nacionalistas, aunque parezca increíble, o tergiversan las palabras
o las interpretan de forma interesada. Seguramente habrá una
izquierda mucho más interesante en otros países. Es de esperar que
sea así.
El
mayor tesoro de un país, el que debería ser cuidado con mayor
esmero, es el compuesto por los jóvenes. Y en España están dejados
de la mano de Dios, se han transferido las competencias de Educación
a las Autonomías y generalmente están en manos de incompetentes o
indeseables que o los deseducan, y esto es un mal menor, o los
‘educan’, o sea, les enseñan cosas que no son, o que no sirven
para nada, o que son abiertamente mentira, o absolutamente
degradantes.
El
Estado jamás debió dejar a los niños en otras manos que no fueran
las suyas.
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