En lugar de dedicarse a hacer que
Barcelona resulte más habitable y amable, procura todo lo contrario,
que resulte agobiante para los que no le votan. Este es el concepto
de democracia que tiene esta señora que, con gran desparpajo,
siempre tiene esta palabra en la boca.
No vivo en Barcelona, sino en otra ciudad
gobernada por alguien tan sectario como Ada Colau, pero si viviera en
la Ciudad Condal no es que no quisiera votarla, es que no podría. No
puedo votar a alguien que va en contra de la ciudad, que no tiene
reparos en causarle perjuicio. Lo penúltimo ha sido la reprobación
del Rey. Urge recortar las competencias a los ayuntamientos. En la
concesión de licencias de obra, porque puede haber mucho dinero en
juego y un ayuntamiento honrado no puede enfrentarse a grandes
empresarios, si éstos tienen más codicia que escrúpulos, y si el
ayuntamiento no es honrado pues peor. Y habría que prohibirles
también hacer el chorra, como es el caso de Colau en el caso
anteriormente citado, pero no solo ella y tampoco nada más ese caso.
En Valencia, por ejemplo, le han quitado la calle a Castañ Tobeñas,
pero no solo a él.
Parafraseando una chorrada de los
catalanistas, de todos, se puede decir que Colau es una fábrica de
monárquicos. Un ataque tan injusto y estúpido no debería tener más
consecuencia que la de estimular la solidaridad y la simpatía con el
Rey. Unos patanes han intentado ofender a Su Majestad.
También Torra es una fábrica de
monárquicos. Al presidente de la Generalidad se le llama,
pomposamente, Muy Honorable. Eso debería quedar en el pasado, el
título que le corresponde y le cuadra es el de Muy Mamarracho, pero,
eso sí, perteneciente a una raza ‘superior’, altamente
desarrollada en el menosprecio al resto del mundo, el racismo, y la
tendencia al ridículo.
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