lunes, 8 de octubre de 2018

Aznar no aprende

Mientras que Rajoy, tras dejar la presidencia no ha dicho ni mu, Aznar no calla, no aprende la lección.
Contó Leopoldo Calvo Sotelo que el editor de sus memorias, tras leer el manuscrito, le advirtió de que no había autocrítica en ellas y entonces añadió una página con este fin. Por supuesto que Calvo Sotelo tenía muchas más cosas que reprocharse de las que caben en una página, pero esa misma dificultad para reconocer los propios errores se ha venido evidenciando en todos. En ninguno se detecta el menor indicio de que piensen que han podido hacer algo mal.
En Aznar, que es el que interesa hoy, se detecta un odio desmedido a Rajoy. No me le importa que sus declaraciones perjudiquen a España, perjudiquen a su partido, o a él mismo.
Aznar piensa que todo lo hizo bien y sin embargo su nefasta gestión del 11-M posibilitó la llegada de Zapatero a La Moncloa, con lo nefasto que eso resultó para España. Ahí tiene un buen motivo para hacer autocrítica, añadiendo al asunto el hecho de que luego siguió a los mandos del partido y no dejó que Rajoy hiciera oposición a su modo, facilitando con ello la siguiente victoria de Zapatero.
Tampoco recuerda Aznar que hablaba catalán en la intimidad y que tenía muy contento a Pujol. Para complacer a este ‘honorable’ personaje hizo que Zaplana se inventara la mierda, con perdón, de la Academia Valenciana de la Lengua y que Camps perpetrara el despropósito.
Si Aznar no hubiera sido tan complaciente con el ‘honorable’ Pujol a Rajoy no le habría explotado Puigdemont en las manos. Bueno, no le explotó, se le escapó más o menos como Dencás. No utilizó las alcantarillas como ese, pero lo suyo fue metafóricamente igual.




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