sábado, 6 de octubre de 2018

Darwin les molesta

Tengo escrito en alguna publicación que hace falta mucha mezquindad para negarle a Darwin su mérito, que es mucho, no solo por la dificultad que entrañaba su descubrimiento, sino también por el valor que se necesitaba para darlo a conocer.
Hoy en día, todo el mundo, salvo unos pocos interesados que se niegan, ya digo que mezquinamente, a reconocer lo evidente, sabe que estaba en lo cierto y que la Teoría de la Evolución es inapelable, pero en su tiempo, como cualquiera que se moleste en investigarlo lo puede ver, el sabio encontró unas reticencias que parecían insalvables.
Quienes se comportan de ese modo tan lamentable con el genial Darwin son los integrantes de una secta -me niego a considerarla religión-, o quizá más de una, que entre su ‘perlas’ tiene la aberrante exigencia de la sumisión.
El ser humano es libre por naturaleza. Bien lo entendió Don Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida». Así que ya pueden poner a este libro y a su autor en su particular lista negra, si no lo han hecho aún.
Es imposible saber si Dios existe o no, pero lo que es evidente es que si existe nos quiere libres y adultos, dueños y responsables de nuestros actos. También hay que señalar la duda como una de las virtudes a cultivar. Cualquiera que pretenda convencer al personal para que tenga certezas no piensa en el bien de su auditorio, sino en su propio negocio. Me refiero a los grandes asuntos, lo que pueda haber en la otra vida, la existencia o no de Dios, la bondad o falta de ella de nuestros actos, etc. Si quien se dispone a perpetrar un mal tuviera dudas, no lo haría.

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