lunes, 25 de febrero de 2019

De Boadella a Arrimadas

Los mismos que aplaudieron a Boadella cuando fue a Waterloo a burlarse del esperpento que guarda parecido con una fregona que se ha instalado allí critican a Arrimadas por hacer lo mismo.
Ni Boadella ni Arrimadas han dado carta de naturaleza a Puigdemont, sino que es la Generalidad de Cataluña, con fondos del Estado, bajo la mirada boba de Borrell, ese bluf, y la complacencia de Pedro Sánchez, ese felón, y los demás ministros y ministras, todos de cuota. Y todas.
La humanidad está en una fase crítica, como lo prueba el hecho de que Puigdemont no haya sido puesto todavía a disposición de las autoridades españolas, o que el mundo no pueda reaccionar frente a los desmanes de Maduro, y este es otro de los casos en los que Borrell hace el ridículo. No cabe duda de que González, el dios de aquellos socialistas de antaño, jugó sucio con él, pero también se va demostrando que las reticencias hacia su persona tienen fundamento. Borrell es un bluf, un esclavo de sus pasiones.
Que estamos en una fase crítica de la historia lo corrobora el éxito de ventas que está obteniendo ese libro ridículo y cursi en el que el presidente ocupa se reconoce como guaperas. Ni que fuera Tony Leblanc, Paul Newman, Alain Delon, Luis Miguel Dominguín. Los compradores de ese libro no tienen excusa. Ellos prueban que la gilipollez avanza a pasos agigantados y que conviene poner sumo cuidado en evitar el contagio. Las librerías están repletas de libros interesantes, libros con los que se puede pasar un buen rato y de paso aprender alguna cosa. Hay libros de San Juan de la Cruz, por cierto, y de Fray Luis de León. Libros en los que los autores se han volcado, han dejado en ellos su alma, su sapiencia, su arte.
Mientras tanto, en Waterloo hay un loco, que vive como un rey a nuestra costa, y los belgas lo permiten y lo aplauden.

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