Digan lo que digan basurillas como Errejón, que no pierden ocasión de mostrar su voluntad de causar daño, Gibraltar es español, y lo será mientras exista España. Si deja de existir será por haberse integrado en un ente superior, como es la Unión Europea convertida en un solo país.
La guerra de sucesión española, iniciada por el archiduque Carlos, era absolutamente ajena a los intereses de Inglaterra, pero esta nación tenía la costumbre de inmiscuirse en todo y en este caso tenía el pretexto de que Felipe V era nieto de Luis XIV, el monarca más poderoso del momento, que aliado con España podía serlo mucho más.
Inglaterra se entrometió en la guerra para restablecer el equilibrio de fuerzas. Si no lo hubiera hecho, Felipe V habría ganado enseguida y todo habría sido diferente. Con su participación, la guerra se prolongó durante mucho tiempo y se fue encarnizando. Francia contra Inglaterra, Alemania y Holanda. Apenas españoles en un principio. Al cambiar la correlación de fuerzas y pasar a ser Alemania la nación más poderosa, tras la muerte de Luis XIV, a Inglaterra ya no le interesaba la contienda, rapiñó Menorca y Gibraltar y retiró sus tropas, con lo cual Felipe V pudo cantar victoria.
Las consecuencias de la intromisión inglesa perdurarán mucho tiempo, sin que los ingleses se sientan culpables nada. La banalidad del mal fue perfectamente explicada por Hannah Arendt. Y no contentos con el daño causado, siguen ocupando Gibraltar, al que han convertido en un lugar infecto. El ministro de Exteriores español, el engreído Albares, no puede más que estropear lo que ya estaba muy mal.
Aquella zángana que era la gobernadora suprema de la iglesia de Inglaterra, ante las protestas españolas por la presencia de un barco con el entonces príncipe Carlos a bordo en Gibraltar, respondió: se trata de mi hijo, mi barco y mi roca.
Pues no, la roca le fue robada a España.
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