Se
ha puesto a buscar fascistas en España, según comenta en su
artículo del diario Público, y los ha encontrado en todas partes
excepto en donde más hay, que, como todo el mundo sabe, es Cataluña.
Es
en esa región española en donde se hacen editoriales conjuntos, en
donde se echan a perder periodistas muy capacitados, y no lo digo por
el propio Navarro, por aquello de que se someten a lo políticamente
correcto del lugar. Es en Cataluña en donde se rinde culto al líder.
Acaban de sacar un libro que se titula 'Servir Cataluña. Arturo Mas,
el hombre, el político, el pensador'. Ya puede Diógenes apagar el
candil. Lo malo es que luego va una foto de Mas en la portada y verle
la cara y acabarse el hechizo es todo uno. Anteriormente fue, y de
modo sucesivo, Moisés, Martin Luther y Ghandi. Tres en uno.
En
Cataluña se da la circunstancia de que los propios gobernantes
incitan a los ciudadanos a que se incumplan unas leyes, mientras
obligan meticulosamente a que se cumplan otras. Hay cosas que a
Vicenç Navarro se le escapan.
Se
dice que hay democracia en un lugar cuando alguien que piensa lo
contrario que la mayoría puede transitar tranquilamente por sus
calles. Ahora hay que ver cómo tratan en Cataluña a los disidentes.
Curiosamente, a quienes no se someten a los dictados fascistas se les
llama fascistas. El mundo al revés. A los buenos catalanes que
ejercen la libertad de opinión se les llama fascistas, y quienes en
realidad lo son se autotitulan demócratas.
Mucho
antes de que Franco se convirtiera en dictador ya se refirió Américo
Castro al carácter imperativo de los españoles. Y es fácil deducir
que para que desaparezca ese carácter imperativo la condición
necesaria es que en España impere la ley. Y que quien la incumple,
sea quien sea, va a la cárcel.
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