Según
un reportaje que publica hoy Las Provincias, firmado por Julián
Larraz, el interés de Domingo Parra se centra en dos cuestiones. La
primera, porque supongo que es la primera, consiste en no ir a la
cárcel.
La
segunda es que quiere cobrar más de diez millones de euros de
indemnización por su despido del Banco de Valencia, un ente que ya
no existe. No consta en el citado reportaje que la desaparición de
este banco, con el consiguiente quebranto económico para sus
empleados y accionistas le quite el sueño. Sí que se dice que
durante los 17 años que dirigió el banco no estaba acostumbrado a
salir en la prensa. Pero sí que aparecía de vez en cuando y siempre
en términos elogiosos para su persona.
El
Banco de Valencia que durante el mandato de Joaquín Reig y José
María Sales ya estuvo a punto de irse a pique, se fue
definitivamente con José Luis Olivas y Domingo Parra. Quizá el
último empujón lo diera Rodrigo Rato. Parece difícil acabar con un
banco, pero en España hay varios que lo han conseguido. Y otros,
como se sabe, han estado a punto. Y otros se han salvado porque los
gobiernos de España suelen ser buenos con los bancos.
Según
el citado reportaje, Domingo Parra no tiene problemas económicos; no
obstante, insiste en cobrar esos más de diez millones de euros, que
por lo visto merece. José Luis Olivas y él formaban un tándem en
este banco. Y últimamente tratan de echarse las culpas uno al otro.
Puede decirse que ambos estaban en sus cargos por decisión de
Francisco Camps y Rita Barberá, que eran los que cortaban el bacalao
en la Comunidad Valenciana. La inoperancia del Banco de España ya es
proverbial.
La
moraleja de todo esto es que los ciudadanos de a pie no pueden
confiar en las instituciones políticas, en el Banco de España y
tampoco en la prensa.
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