Creo
que hay modos muy adecuados de comenzar el año y uno de ellos es
tener en cuenta las enseñanzas de una de las personas más
admirables que han poblado el mundo de la literatura.
Rosa
Navarro Durán, que tanto sabe de literatura y cuyo esfuerzo por
incitar a los niños
a leer la hace digna de encomio, es camusiana de pies a cabeza.
Es
habitual en estas fechas que la gente haga propósito de enmienda, o
que tenga la firme intención de conseguir que en el año que empieza
las cosas le vayan mejor. Generalmente, y esto es innegable, se
piensa en uno mismo. En conseguir cosas. El prójimo, sin embargo,
esa persona en la que se piensa menos está ahí. Quizá esperando no
ser dañado. Albert Camus explicó que una simple mirada despectiva
puede ser la gota que colme el vaso y lleve a alguien a tomar la
decisión de suicidarse.
La
vida de muchas personas pende de un hilo y no se sabe quiénes son
esas personas. Ellas lo disimulan muy bien. Lo que sugirió Albert
Camus es que debemos evitar esos gestos. Eso es muy difícil de
conseguir. Yo mismo he recibido en los últimos tiempos varios
desprecios gratuitos, no buscados y ni siquiera presentidos. No se
trata de un lamento, sino de hacer constar que el caso se da. Acaso
haya gente que necesite menospreciar a alguien. Prestarse a ello
quizá sea una obra de caridad. Creo que quienes han actuado así
conmigo han leído a Camus y se declaran admiradores suyos, pero no
lo conocen tan bien como la anteriormente citada Rosa Navarro Durán.
Yo
también incurro a veces en semejante error, pero siempre es de forma
impremeditada y espontánea y en cuanto me doy cuenta trato de
rectificar.
Se
habla muy poco en la prensa de los suicidios y yo creo que eso es un
error. Se habla poco para evitar el supuesto contagio, pero quizá si
se hablara más la gente tomaría conciencia y trataría de evitar
conductas que lo pueden provocar. No todos los que sufren desprecios
se suicidan, pero hay un porcentaje que sí.
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