Un
político debería ser alguien dedicado a resolver los problemas de
la sociedad en que vive. La realidad, en España, es otra. Los
políticos en España se dedican a agrandar los problemas que
detectan; no a resolverlos utilizando las leyes que han establecido
ellos mismos, sino burlando o pisoteando esas leyes.
Da
la impresión de que una de las señas de la izquierda española es
la de incitar al odio. Ya inició ese camino, hace tiempo, Felipe
González, cuando enseñó a identificar a los de derechas. El mismo
Felipe González que se tenía un por un demócrata fetén y que
ahora se aburre en un consejo de administración. A un obrero no le
pasaría. ¡Qué va a ser demócrata Felipe González! Un demócrata
no incita a odiar a nadie. Eso lo hacen los dictadores con el
objetivo de asegurarse el poder.
No
sólo la izquierda incita al odio, pero resulta curioso que lo hagan
quienes dicen querer el bienestar de la clase obrera. El odio no
puede traer nada bueno a la clase obrera. El odio sólo es útil para
los despabilados de costumbre. ¿Será uno de ellos Cayo Lara? El
tuit que lanzó el día 15, a las 9'39 «Rajoy, descendiente de los
“conquistadores” pide el aval para su política a un descendiente
de los esclavos africanos. ¡Quien lo iba a decir!», no parece
indicar eso. Ese tuit, con el que torpemente intenta desmerecer a
Rajoy, no tiene sentido. Si Rajoy es descendiente de los
conquistadores, también lo somos los demás, incluido el propio Cayo
Lara. Y si por ese motivo no podemos salir a la calle, se nos tendrá
que explicar que se espera de nosotros.
Lo
de Obama todavía tiene más miga. El asunto al final ya no consiste
en resolver problemas, sino en buscar sucesos históricos que sirvan
de coartada para vomitar veneno.
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